jueves, 16 de junio de 2011

Thank you. How grand we are this morning!*

Ha querido el destino que este año pase el Bloomsday leyendo Dublinesca de Enrique Vila-Matas. Quizá sea esta la única forma, o la más cercana, de aproximarme a ese gran fracaso que representa en mi camino lector el Ulises de James Joyce. Tres veces he intentado leerlo, tres veces que han terminado en fiasco.
El protagonista de la novela de Vila-Matas, Riba, un editor sesentón, hastiado de su pre-jubilación forzada -su editorial quebró-, se encuentra perdido en una Barcelona borrosa por la lluvia. Su único asidero que lo salve de querer desaparecer o volver a la bebida es preparar un viaje a Dublín para celebrar, oficialmente, el Bloomsday, y extraoficialmente, el final de la galaxia Gutenberg.  De momento ya ha “engañado” a tres amigos, tres como los compañeros de Bloom en Ulises, como las veces que he intentado acompañarlos yo entre sus páginas. 
Durante la historia se habla del “salto inglés”, un concepto inventado por Riba para “salir del embrollo afrancesado en el que te metiste durante tanto tiempo”, como dice su amigo Javier. El editor “decide ahora ser ágil y dar un salto, un ligero salto inglés, caer del otro lado, ponerse a pensar en una cosa distinta, dar un giro, moverse”. Y recuerda unas palabras de Julian Barnes: “Es curioso, a los ingleses nos obsesiona Francia mientras que a los franceses sólo les intriga Inglaterra”.  Y yo me elevo, anglófila rematada, enamorada del giro británico que toma la situación. Porque descubrí que tendría que haber nacido en Inglaterra con 12 años, cuando mi madre me regalo Las Aventuras de Alicia, de Lewis Carroll, una maravillosa edición en catalán de una editorial extinguida con todas las ilustraciones de John Tenniel e innumerables pies de página y notas. Y desde entonces mis ojos hacen chiribitas con los sándwiches de pepino, el té, las pipas y los vestidos victorianos.
Riba continúa diciendo que a él lo que le intriga es Nueva York, “el centro del mundo”, su sueño, su destino; Dublín es tan solo una escala en el viaje. Y cuando habla de la Ciudad que Nunca Duerme, recuerdo que también a los 12 me regalaron Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite -que me llenó el corazón de magia para siempre. No fue el Nueva York que me encontré cuando fui de viaje, quizá lo descubra algún día más adelante, no pierdo la esperanza. Riba entrelaza comentarios sobre la metrópoli, que le obsesiona desde que tuvo un sueño de niño, y cita a Vilém Vok en El centro: “La grandeza y la belleza de Nueva York reside en el hecho de que cada uno de nosotros lleva consigo una historia que se convierte inmediatamente en neoyorquina. Cada uno de nosotros puede añadir un estrato a la ciudad, consciente de que el hecho de que en Nueva York se encuentra la síntesis entre una historial local y una historia universal”. Y entonces, el protagonista de Dublinesca recuerda un encuentro con Paul Auster. ¿Qué hay más neoyorquino que él? Y rebobino hasta el día en que este último vino a Barcelona y conseguí que me firmará un libro, La invención de la soledad, después de una soporífera y desaprovechada charla con uno de esos literatos modernos que se creen que lo saben todo (no acertó ni una pregunta). Él me descubrió la metanarritividad.
Y por todo esto escribo esta entrada hoy. Porque con solo 100 páginas, Dublinescas me ha hecho recordar, y volver a vivir por un segundo, esas historias más allá de la historia; ha entretejido una fina y alambicada red entre mis memorias y el relato de Riba, de su viaje, que quizá (aún no lo sé) sea circular como el del Ulises de  Homero.

Feliz Bloomsday. 

*El título es el lema de la Orden del Finnegans y la última frase del libro de Ulises de J. Joyce. 




2 comentarios:

  1. He de confesar que he disfrutado con la lectura de tu entrada. Yo sí leí "Ulises", con una guía de la mano, y lo considero una de las etapas más importantes de mi formación literaria. Pero entiendo que para muchos sea un muro infranqueable.

    Saludos.

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  2. Tampoco he podido leer el "Ulises"... Hace mucho que no lo intento, igual debía volver a probar.

    Grandes elecciones los libros que te han regalado en la pre y adolescencia. Y tú, gran receptora de buenos libros (yo lo intento hace años con mis hijos y no hay manera).

    Un abrazo.

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