domingo, 27 de marzo de 2011

Aburrimiento

Tiene veinte años y habla como si lo supiera todo, con convicción, con serenidad. Su amigo le replica dulcemente, pero ella le contesta con dureza, sabe que lo que ha dicho es así. Discuten sobre música que me es desconocida, sé que el tema es ese porque oigo las palabras ‘canción’ y ‘samplers’, y hasta ahí llego, y me pregunto, ¿si les nombrara a Jacques Brel sabrían quién es? Snob, me digo. Ella continúa ametrallando a su compañero, asegurándole que tal músico, o artista, o cantante, no sé, es mejor que tal otro. El chico la escucha, o no, distraído mientras toquetea su iPod. Colgados del cuello, unos auriculares enormes de color verde. Ella mueve mucho las manos, y en el interior de la muñeca descubro, entre espasmo y espasmo, un tatuaje, sin significado aparente para mi, algo escrito ¿en chino, árabe, japonés? Ella continua parloteando ajena al poco caso que le dispensa su acompañante. Me gustan sus ojos verdes, me gusta su cabello corto, muy negro. No me gusta que esté tan delgada, ni que lleve los pantalones rotos. Sólo se detiene para sorber algo de una taza. Creo que es té. Él la mira ahora, y le dice que escuche ‘esto’, y le encasqueta los auriculares, y estos son tan grandes y su cabeza tan pequeña, que parece alguien que vino del futuro tal como creían que sería éste en los años 70. Ella aprieta los labios, son ahora dos finas líneas, y arruga el entrecejo. Se los quita de repente, se los tira a él en el regazo, y le dice que no le gusta. El chico la mira no sé si derrotado o atontado, se vuelve a poner los cascos marcianos alrededor del cuello y se enfrasca otra vez con el aparato de música. Ella mira a su alrededor, aburrida


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