La revolución de los e-books, ya sean para iPad o Kindle o cualquier otro dispositivo, no sólo (sí, yo le sigo poniendo tilde, soy una rebelde), decía, no sólo significa(rá) un cambio en el paradigma de la industria editorial, sino que aniquilará una hermosa costumbre de lector glotón: curiosear el libro del vecino. Será difícil, por no decir casi imposible, ver qué título tiene entre las manos la “víctima” porque no habrá tapa que mirar; adiós a los artistas barra fotógrafos barra ilustradores que nos fascinaban con hermosas portadas o con cagarrutas monumentales. Tampoco podremos saber quién es el autor responsable de ese párrafo cautivador o si The Chicago Tribune alaba el libreto con el típico “Two thumbs up!”. ¿Cómo mediremos (a título personal, claro) el éxito de una historia si no sabemos cuánta gente la lee en el metro? Sin necesidad de estadísticas costosísimas se pueden saber cuáles son los libros más vendidos echando un vistazo a los currantes que se desplazan en transporte público: ahora, Federico Moccia arrasa.
¿Qué será de ese papel de regalo que envolvía las tapas? ¿Y de esos puntos de libro hechos a mano o regalados (dios, una opción menos para santos y cumpleaños)? ¿En qué malgastaremos esas ansias públicas de búsqueda lectora?
Estoy segura, sino tiempo al tiempo, que se propondrán para todos los dispositivos e-book tapas customizables. No digo en plan Stick&Snack (“¡se quitan y se ponen!”), pero sí algo que permita descargarse una imagen y hacerla funcionar como portada. En este mundo de apariencias en el que vivimos, seguro que muchos decidirán colocar una fotografía diferente del libro que leen, ya sea por vergüenza o, simplemente, para hacerse los interesantes. Situación: primera cita en una cafetería; él se presenta con un iPad; en su portada se lee La Insoportable Levedad del Ser de Milan Kundera; ella piensa: un tío interesante; la cruda realidad es que esconde un libro sobre extraterrestres de serie Z. A la inversa: llega ella sonriente y pide un té helado; en su Kindle cerrado se lee La noche del oráculo de Paul Auster; él piensa: una tía interesante, un poco gafapasta, pero interesante; la sorpresa es que… se trata de la biografía de Justin Bieber. Ya se sabe, aquí y ahora, aparentar es lo que se lleva.
¿Qué será de esos ávidos lectores que poseídos por la portada leían dos palabras sí y una no por encima del hombro de alguien esperando “enamorarse” de esa novela hasta ahora desconocida? ¿Y de esas maravillosas historias de amor iniciadas por un simple comentario respecto al libro que leía uno u otro? ¿Nos consolamos pensando que ganamos más de lo que perdemos?
Yo creo que está muy lejos esto de que desaparezcan los tan amados libros de bolsillo. Yo soy una romántica y nada como leer en papel... que dure, esperemos... :D
ResponderEliminarYo tampoco creo que sea tan fácil que desaparezca el formato tradicional. ¿Con que íbamos a llenar las estanterías? Tal vez con un marco de fotos digital que mostrara en transición las imágenes de las portadas de todos los e-books de nuestra colección... Sería eso muy triste, no estamos preparados :P
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