viernes, 4 de febrero de 2011

Rosencrantz y Guildenstern han muerto

Desde la cola de la farmacia veo al hombre tumbado en la acera. Una decena de transeúntes se arremolina a su alrededor, curiosos, inquietos. Algunos sacan el móvil y teclean un número corto, hablan poco, cuelgan. Una señora corre hacia el establecimiento donde me encuentro y pide ayuda. La paloma blanca que ahora preparaba mi pedido sale. Dos segundos y vuelve, le dice a su compañera que no puede hacer nada, que ya viene la ambulancia, que si hay en la nevera agua fresca. Mientras, otra muchacha me atiende, lanza miradas furtivas hacia fuera, creo que piensa si puede hacer algo para ayudar, es joven y tiene cara de buena persona. Mi faringitis no es un problema grave, yo no soy el protagonista de esta historia, y me avergüenza tener atado a ese ángel allí, buscando las pastillas, cuando podría estar al lado del desgraciado, quizá sin poder hacer nada, pero animando al pobre hombre horizontal, sintiéndose útil, y que esa noche pudiera dormir el sueño de los justos. No pregunto qué ha ocurrido. Mi curiosidad me abochorna. Salgo y oigo de lejos una sirena. No puedo hacer nada por ayudar, ¿verdad? La chica que ha pedido agua está arrodillada al lado del hombre y le coge la mano. Veo que mueve los labios, ¿palabras de consuelo, de apoyo, de esperanza? La ambulancia asoma al principio de la calle. Sólo la joven de la farmacia parece tener algo que ver con todo aquello. Los demás miran, con ojos de pez, otros se han parado y murmullan entre ellos. Su pasividad es normal pero me repugna. Yo también me repelo. La ambulancia para delante del grupo. Yo me alejo con la cabeza gacha. 


2 comentarios:

  1. Recordo fa com 10 anys o més anava per la Gran Via i una senyora gran que creuava va ensopegar amb el graó de la vorera i va caure a terra de cara. De tota la gent que creuava (que erem molts) només una noia, un senyor i jo ens vam girar per ajudar a la senyora. La resta van esquivar-la com si fos una molèstia més... Al semàfor de davant hi havia una furgoneta dels bombers que ho van veure tot i van venir a ajudar a la senyora, que estava bastant desorientada i un dels bombers em va posar una mà a l'espatlla i em va donar les gràcies. És un dels millors records que tinc d'haver fet alguna cosa ben feta. I sí que algun cop també he evitat situacions on potser podria haver prestat ajuda o no, ves a saber... Cada cop som més freds i anem per la vida amb una cuirassa. Bona entrada que convida la reflexió.

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